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Esto va de... Miguel Alayrach

En esta entrega vamos a conocer a un escritor diferente, alguien que, además de deleitarnos con sus escritos, nos hace enmudecer en el momento de escucharlo. Licenciado en Periodismo y en Documentación por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, seguro que tiene un buen dominio tanto de la palabra escrita como hablada.

Esto va de… Miguel Alayrach Martínez.


J: Hola, Miguel, es un placer tenerte aquí y poder conocerte algo más.


M: El placer es mío. Muchas gracias por la invitación.


Después de esta breve introducción, me gustaría que te intentases definir con una sola palabra.


¿Una sola palabra? Me lo pones difícil nada más empezar (risas). Quizás diría que la espontaneidad. Me considero alguien muy natural tanto en mi vida personal como en mi faceta literaria.


Esta pregunta creo que ya es obligatoria en todas mis entrevistas: ¿lector o escritor o, quizás, sin importar el orden, lector-escritor?


Bueno, es evidente la complejidad existente al intentar concebir a un escritor o, mejor dicho, a un buen escritor sin que sea un ávido lector a todos los niveles. Yo comencé con la lectura y después con la escritura, un proceso, a mi entender, lógico. Pero lo que realmente me empujó a escribir mis propias historias no fue tanto la lectura sino, más bien, la escucha de los cuentos clásicos de cassette tan típicos en la década de los ochenta. Esos que mi madre me ponía a la hora de comer porque si no, no había manera de que me acabara las verduras (risas).


Allá por el 2013, alguien se adjudicó gracias a Una docena de historias y verdades la XXVII edición del Premio Internacional de Cuentos Max Aub, ¿qué recuerdas de aquel momento?


Mucha satisfacción, no tanto personal, ya que durante la velada literaria de entrega del galardón me sentí muy abrumado y superado por las circunstancias, como por el orgullo que sintió por mí la gente que verdaderamente me quiere.


Tras este premio, ¿qué esperabas del mundo editorial?


Sinceramente no me planteaba absolutamente nada del mundo editorial. Era un sector muy desconocido para mí y del que tenía serias dudas de querer ser partícipe. Me gustaba escribir, sin más, igual que ahora. Lo que sí te puedo decir varios años después, y siento la generalización, es que, a veces, echo de menos un poco más de empatía y educación del editor hacia el escritor.


Poco después te adjudicaste, con Els puntets brillants del cel, en 2015 y hace unos meses con El pet volador, el Premio de Literatura Infantil Ilustrada Tombatossals, lo que te acredita, por el momento, como el primer escritor en lograrlo en dos ocasiones en estas diecinueve ediciones. Satisfacción, orgullo, trabajo, suerte… ¿cómo definirías tu sensación con este galardón?


Creo que un poco de todo. En primer lugar, una satisfacción enorme porque no hay mejor recompensa que te valoren en tu propia casa. Trabajo por descontado, tanto mío como de los extraordinarios ilustradores con los que he tenido la fortuna de colaborar y que creyeron en la idea inicial del cuento. Y, por supuesto, suerte. A ciertos niveles, la calidad se presupone en los finalistas de un premio de esta magnitud por lo que cualquier detalle, por nimio que parezca, puede decantar la decisión del jurado.


Porque a todo esto, hay que decir que durante el ENDEI 2016, tu libro Álex y el misterioso Clokin fue seleccionado por la Editorial Renacimiento. Tras tu experiencia en este tipo de eventos, y con diversas obras publicadas, ¿recomiendas a los autores acudir a estas citas? ¿Qué aconsejarías a los autores noveles?


Claro que lo recomiendo por dos razones fundamentales: la primera, porque, obviamente, es una puerta abierta a la publicación para cualquier autor novel y a una hipotética profesionalización para convertirse en un escritor de pleno derecho. Y la segunda, porque considero que los autores tenemos la obligación ética de apoyar las actividades culturales, más si cabe, si son cien por cien literarias y de esta envergadura. Si nosotros mismos no potenciamos este tipo de actos... Respecto a mi consejo, y pese a que resulte algo manido, siempre hay que seguir intentándolo (guiño de ojos).



Profundicemos un poco más en tu vertiente de cuentacuentos, algo que siempre me ha gustado mucho, ¿qué te llevó a decidir un día que ibas a contar tus cuentos?


Desde el primer momento que publiqué literatura infantil. La posibilidad de “expresar” tus ideas y metáforas más allá de la narración objetiva, de la lectura lineal, es un privilegio del que cualquier escritor debería poder disfrutar. Lograr que el lector se quede con el verdadero sentido del cuento en una edad en la que la concentración para interpretar los símbolos en forma de letras es tan alta y no permite una mayor interpretación, resulta ser un plus de autoría; es como poner el genuino punto final a una historia redonda.


Durante tus actos, ¿llegas a conectar con ese público infantil que te escucha? ¿Piensas que hay que comenzar por ellos para fomentar el hábito de la lectura?


Por supuesto que hay que comenzar con ellos. La literatura infantil es el germen de toda literatura. Un niño que no adquiere el hábito de lectura de pequeño quizás leerá cuando sea adulto... Pero un niño que se habitúa a leer de pequeño, seguro que leerá de mayor. Respecto a si llegas a conectar con el público infantil, en general sí, aunque depende del entorno. Si el ambiente es adecuado y consigues captar su interés, no tengas ninguna duda que analizarán escrupulosamente la historia a través de sus sensaciones, eso sí, serán los críticos más sinceros, sin ningún filtro, tanto para bien como para mal.


Miguel ha sido un verdadero placer tenerte aquí y poder conocerte un poco mejor. Gracias por todo.


El placer ha sido mío. Muchas gracias a ti.

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